No hizo falta mucho para enamorarnos. Unas miradas, cuatro bailes, millones de risas. Fue fácil enamorarse de una persona sencilla, libre, valiente, cariñosa y comprensiva. Es fácil estar con una persona con la que te sientes tú misma, siempre, con la que compartes más cosas de las que nunca imaginaste y con quien quieres pasar todo tu tiempo. Es fácil estar con alguien que te hace la vida fácil.
Por eso cuando empezamos a conocernos parecía que siempre nos hubiésemos tenido en nuestras vidas. Era cómodo estar, era cómodo sentir, era cómodo vivir, el uno con el otro y juntos de repente. Y de repente todo fue mágico. Descubrimos que la felicidad se vivía mejor compartida y que esta vez sí, ahora por fin sí sabíamos qué era esto de quererse de verdad.
A su lado he descubierto la tranquilidad, la verdadera paz, un equilibrio perfecto conmigo, con él y todos los demás aspectos de mi vida. No resulta fácil. De hecho, había perdido toda esperanza de encontrar a alguien que me hiciera sentir lo que yo necesito sentir cuando estoy con alguien.
Y él lo consigue, con sus palabras, sus miradas, sus gestos, son detalles, con ser él mismo siempre, y conmigo. Ha cambiado mi vida para siempre, ha logrado darme aquello que yo soñaba y convertirse en la persona que me completa y complementa.
Gracias por tanto.