Estoy lista para amar otra vez

Ya no era lo mismo...

Hace un tiempo conté la amarga historia de Gabriel y yo. De ese primer amor, amor fallido, de esa semilla de amor que no pudo crecer. Hoy quiero contarles un reencuentro que resultó muy agridulce.

Después de Gabo yo no volví a ser la misma, digo, nadie vuelve a ser igual después del primer amor, de enamorarse por primera vez; creo que nadie vuelve a ser el mismo después que tu corazón terminó partido en mil pedazos.

Bueno, así pasó conmigo, tuve dos chicos con quienes duré cerca de un año con cada uno. Pero entonces, ambos coincidieron en decirme que yo era una chica con un corazón frío y muy egoísta, que les rompí el corazón y que no me importaba. La verdad, no fue intencional, me decepcioné demasiado del amor y cada día extrañaba a mi chico de ojos negros, intentaba verlo a él en ellos; desde luego fue un gran error, pero en aquel entonces yo no me di cuenta.

Dicen que cuando sueñas con alguien importante para ti ese alguien te pensó; la verdad no sé si sea cierto pero yo soñaba casi cada noche con Gabriel. Y confiaba en que llegaría el día en que nos volvamos a ver.

Así es entonces que hace un par de meses volví a mi pequeña ciudad a pasar un buen momento con mi familia, a visitar los viejos sitios que frecuentaba y a revivir recuerdos.

El frío propio de allí desde ya me deprimía mucho, entonces una tarde, mientras paseaba en el auto con mis padres, por alguna razón, se me ocurrió buscarlo entre la gente, ¿desesperación? Tal vez, sólo quería saber si aún lo amaba como mi mente se lo planteaba o si todo esto se había convertido en un simple y doloroso capricho.

Mi padre conducía y conversaba con mi madre, y yo sólo deseaba verlo, aunque sea por un segundo, así él no me vea. Mi corazón necesitaba verlo, necesitaba sacarse ese dolor que por cuatro años ya no dolía tanto, pero quemaba.

Aquella tarde no lo vi, y en la noche antes de dormir pensé que era una locura, “Dios, ¿en qué estaba pensando? ¿Para qué quería verlo? ¿Para volver a llorar? No, ya no”.

Aquella noche volví a llorar por él pensando en cuan felices seríamos si por lo menos uno de los dos hubiera roto la pared de hielo que no nos dejó amarnos cuanto queríamos.

A la mañana siguiente, mis padres me pidieron que compre un par de cosas en el supermercado, ellos estaban ocupados, así que no podían recogerme en el auto, yo sin problemas agarré un taxi.

También dicen por ahí que cuando alguien te mira, por instinto, tu regresas la mirada a esa persona, o por lo menos tienes la sensación de que alguien te mira. Digo esto porque mientras estaba en el taxi, que estaba detenido en el semáforo, yo veía mi celular buscando una buena canción cuando sentí que tenía que mirar adelante, no supe por qué. Se sintió como si mi cerebro, o mi corazón me gritaban “HEY! Mira!! Ahí adelante!! mira! mira!”.

Alcé abruptamente la mirada, y sí, ahí estaba él.

Noté de inmediato que cuando alcé a ver él miró a otra parte, estaba con algunos amigos, pero regresaba a ver cada par de segundos. Fue extraño, ese minuto que el taxi estuvo parado en el semáforo, y en ese intercambio de miradas, el tiempo se sintió como una eternidad.

El destino es a veces, digamos, divertido; yo lo busqué y no lo encontré. Y cuando tenía mi mente en otras cosas él me encontró a mí. La última vez que lo vi él se subía en un taxi, y ahora él me encontraba en un taxi. Cuatro años después, él no había cambiado, aún parecía el adolescente del que me enamoré, cuatro años que lloré por él, pensé en él, que intenté reemplazarlo, y que yo creía que lo seguía amando.

Pero he ahí que mi corazón reaccionó, cuando el taxi arrancó, una frase en mi mente fue más que clara: “Ya no es lo mismo”. Y esas cinco palabras hicieron un eco en mi mente el resto del día, pasé muy distraída, pensando en aquel pequeño momento, y en la frase que salió de lo mas profundo de mí…

“Ya no es lo mismo” ¿Ya no es lo mismo? Él sigue igual, físicamente; pero, esto ya no es lo mismo.

En efecto, ya no era lo mismo, y me tomó ese día entero en descifrarlo. Cualquiera pensaría o diría que, muy posiblemente, en el momento de reencontrarnos, después de haber escondido ese amor por tanto tiempo, en el momento que nuestras vidas coincidieron de nuevo, él o yo hubiéramos corrido hacia el otro y finalmente nunca dejarnos ir, decirnos con un beso lo que las palabras no pueden. Amarnos con todo nuestro corazón por el resto del tiempo y contra viento y marea. Como lo que vemos en las películas o algo así jeje.

Pero no, no fue así, a él pareció no importarle y yo, bueno yo, me quedé quieta, me convertí en una piedra en ese momento. Ya no era lo mismo, me di cuenta de que ese amor se convirtió en capricho, o tal vez era verdad lo que mis dos anteriores chicos me dijeron; quizá me volví fría y al ver a la persona que me hizo así crecería odio en mí. Pero no, simplemente pensé que no valía seguir llorándolo, ni seguir pensando que lo amaba, porque ya no era así. Me imaginé a mí misma en cinco años, y él no estaba ahí, no estuvo los últimos cuatro años, no fue parte de mi vida ni siquiera cuando nuestro amor era evidente ante los ojos de todos. De algún modo me cansé de esa forma de expresar lo que sentíamos el uno por el otro, era solo con la mirada, eso dolía, mucho. Y ya tuve suficiente de eso.

Pero mi mente a veces me sigue jugando juegos, y a veces mi corazón confía en que sólo la persona que envolvió tu corazón de frío y doloroso hielo puede derretir este mismo, que eso que sientes por tu primer amor, así no sea la primera persona en tu vida, no lo volverás a sentir en mucho tiempo, a menos que sea con alguien mejor o igual a la primera persona con la que cupido te flechó.

A pesar de estas pequeñas batallas en mi cabeza, hoy soy feliz. Haberlo visto por aquel pequeño momento abrió mis fronteras, me liberó. Ya no vivo aferrada a su recuerdo, ya no duele el no tenerlo; lo que aún no sé es si lo sigo amando o ya no. El tiempo lo dirá, no me siento ansiosa por saberlo tampoco. Es confuso y quizá contradictorio, pero después de este pequeño reencuentro (si se lo puede llamar así) puedo decir que estoy lista para amar otra vez, ya sea a Gabriel o a alguien más. Y esa, es una sensación increíble.

Join the Conversation

8 Comments

  1. says: Tincho

    Muchas veces nos aferramos a los recuerdos sin saber ni ver ni entender que merecemos ser felices y que hay personas que nos quieren ver bien hay que disfrutar de la vida por completo

  2. says: venus 26

    Es verdad no hay que vivir de recuerdos y mucho menos si son tristes, la vida sigue y si alguien se va de tu lado es porque te espera algo mejor y pues todo pasa por algo, que no?…:)

    Tarde que temprano alguien te valora….

  3. says: Maria Belen

    Me siento tan identificada con tu historia, es muy raro, pero la leo y no paro de llorar..
    Hace un año me separe, despùes de casi 12 años de estar con el, lo conocí tan chica, era tan puro, tan verdadero… Intente dos relaciones, y me dicen lo mismo, que soy fria y distante..
    Por más que quiera e intente no puedo sentirme enamorada como de él… Y eso me aterra, pensar si estoy en el camino equivocado, si mi camino era el?..

Leave a comment
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *